En un contexto de desigualdad "hay un reparto inequitativo del riesgo"
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En un contexto de desigualdad "hay un reparto inequitativo del riesgo"
Académicos reflexionaron sobre la comunicación y las implicaciones socioculturales de la pandemia de Covid-19.
Adriana López-Acosta
La escritora Susan Sontag alguna vez dijo que la enfermedad adquiere un significado importante mediante el uso de la metáfora, pues no solo es una figura retórica, sino también un mecanismo epistemológico, significativo, mediante el cual intentamos comprender y explicar el mundo.
"Ella dijo que basta ver una enfermedad como un misterio y temerla intensamente para que se vuelva moralmente contagiosa", explicó María Martha Collignon, académica del Departamento de Estudios Socioculturales (Deso) del ITESO.
"Esta crisis es sanitaria en su origen, pero sociocultural en su devenir, que tiene ya implicaciones políticas económicas, sociales y culturales. La salida será colectiva o no será. Queremos sumarnos a esta búsqueda", añadió la académica.
De esta forma el Covid-19 no es solo una amenaza contra la salud pública. ¿Es posible pensar que la pandemia ha tejido un problemática social y cultural que la rebasa el tema de la salud? Como investigadores, ¿cómo se pueden interpretar los diversos sentidos sociales y culturales que se están configurando alrededor de la pandemia?
Estas fueron las principales preguntas que se discutieron en el conversatorio "Sistemas comunicativos, subjetividades y ciencia frente a la pandemia: apuntes para una mirada sociocultural", organizado por el Seminario Permanente del Programa Formal de Investigación del Deso.
Collignon moderó la charla virtual llevada a cabo el pasado 16 de junio en la que participaron los también académicos del Deso Rossana Reguillo Cruz, Alina Peña Iguarán, Susana Herrera Lima y Juan Larrosa Fuentes.
La ciencia ha estado presente en el espacio público de manera prominente desde la alerta de la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero de distinta forma dependiendo el país. Su uso como legitimadora de decisiones políticas no es nuevo, aseguró Susana Herrera.
Pero sí lo es en el discurso público y la enunciación recurrente de la ciencia por parte de los políticos. "Es importante recordar que la epidemiología no tiene sentido si no se integran los factores sociales, dinámicas económicas y sociopolíticas, tanto como biología, virología y matemáticas, por supuesto. La única cara que se presenta en los medios son las curvas, los números, las estadísticas y los modelos.
"Erradicar la enfermedad demanda trabajo de campo referido y adecuado al contexto social y cultural en el que se pretende contener o mitigar la pandemia", destacó.
La incertidumbre parece jugarse como carta a la medida, afirmó, para justificar todo tipo de acción u omisión. "Los retos son enormes y la comunicación científica representa un reto mayor, no solo por esta incertidumbre, sino por las expectativas del público: resultados contundentes, certeros y comprobables. Necesita también comunicarse el problema integral".
Rossana Reguillo habló de la incomodidad interpretativa que tiene que ver con la ola de transformaciones y trastocamientos que ha traído consigo la enfermedad y sus efectos sociales.
La pandemia irrumpió en nuestros rituales, y la estabilización de la vida cotidiana ha sido lo que más ha interesado a Reguillo. "Hay un reparto inequitativo del riesgo. Es un momento en el que se ha visto la desigualdad, tanto en términos económicos como en términos de conexión.
"Para muchos de nosotros, el aislamiento social y el teletrabajo han sido una posibilidad real y productiva, aunque exigente por las demandas tecnológicas. Para otros no ha sido una posibilidad".
Otro aspecto tratado en la sesión fue el impacto emocional y en los afectos. En su análisis de las conversaciones e interacciones en distintas redes sociales, una de las primeras palabras que se colocaron en el colectivo fue "insomnio". Ese trastorno se fue convirtiendo en "pesadilla", luego entró la palabra "miedo" a la conversación y la más reciente es "tristeza". No se ha colocado en ningún momento en las redes sociales la palabra "esperanza".
Un desafío para los estudios socioculturales tiene que ver con "cómo asumir un papel activo en la producción de narrativas que puedan contrarrestar ese miedo global de las personas", expresó Reguillo.
Juan Larrosa abundó en cómo la emoción juega un papel importante en la comunicación y la conversación entorno a la pandemia, sobre todo cuando los medios o actores con muchos seguidores en redes pueden tener intereses partidistas, monetarios o ideológicos.
"En las redes sociales hemos visto otro tipo de pandemia, lo que la OMS ha llamado la ‘infodemia', que es la propagación de información de tan baja calidad que cae en desinformación deliberada por alguien que quiere lucrar política o económicamente", explicó.
Esto es importante en términos emocionales, porque estos productos comunicativos están diseñados para provocar sentimientos. Si antes la preocupación era fijarse en las fuentes o los medios que las reproducen, ahora la reflexión está en los análisis de las audiencias que se enfocan en saber qué emoción provoca la nota que se lee.
"Esa emoción (miedo, angustia o rabia) activa una especie de gatillo para dar un like, un retuit o compartir y esa viralización es la que está haciendo más difícil la gestión de la pandemia con temas más importantes como la supervivencia colectiva".
La reflexión de Alina Peña partió de la portada del New York Times del pasado 24 de mayo, la cual llenó de epitafios por cada persona que, hasta ese día, había muerto a causa del virus en Estados Unidos.
"Este gesto comunicativo fue darle la espalda a la estadística. Porque pareciera que hay una saturación de números que, al final, no nos está diciendo mucho de lo que está pasando en términos afectivos, subjetivos y de relaciones de poder", afirmó Peña.
Su análisis fue en torno a cómo se está manejando la pandemia social y simbólicamente, en oposición a los discursos gubernamentales.
"Es decir, todo depende de la obediencia del sujeto, de su buena voluntad, de la responsabilidad individual para hacerle frente a la pandemia".
La comunicación que es responsabilidad del sujeto depende de una condición estructural se ha replicado en muchos lados, agudizando las desigualdades sociales que creímos que la pandemia democratizaría.
"Basta ver los picos de contagio y brotes en las zonas del Área Metropolitana de Guadalajara o en los barrios de Nueva York para ver que es donde hay más gente pobre", señaló.
La académica encontró en su análisis lo que llamó prácticas del cobijo: pequeñas prácticas colectivas y espontáneas para hacerle frente a la emergencia sanitaria como la olla común en Chile, servicios de comedor en México, la gente en Guadalajara que se organiza para apoyar con las despensas de la asociación Amigos Trabajando en los cruceros, encuentros por videollamadas y la cuenta de Instagram llamada Covid Art Museum (@covidartmuseum), que es, hasta ahora, la galería del Covid-19 más grande del mundo.
"Estas prácticas no son de superación personal, sino pequeños gestos de afecto que hacen posible que la vida cotidiana continúe", comentó.
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